jueves, 20 de enero de 2011

Poema para la despediad


Poema para la despedida

El día de mi libertad ha de ser un poco triste…Me iré dejando tras de mí un montón de cosas hermosas, de las cuales no quisiera separarme nunca:
Mis hermanos en Cristo!
Rostros que ya no veré, pero que se irán conmigo en ese lugar de los recuerdos que todos llevamos por dentro. Dejaré  a los que sufren, a estos parias de la vida.
Sin familia, sin amigos, sin un Dios que necesitan y del cual -si me quedara-podría seguirles hablando… Y me pregunto:¿Podré cambiar mi libertad física por el sumo placer de hablar con alguien-que está encerrado en una celda, masticando a solas su dolor-de mi Cristo amado?
Me pregunto si podré ser feliz el día que me vaya de aquí y ya no pueda reclinarme junto a la ventanilla de una celda y dialogar con el que sufre, compartiendo su dolor y sus lagrimas…respirando juntos esa soledad que satura la fría cárcel y hablarle de ese Dios de Amor que un buen día también se acercó a mi celda, y me obsequió su paz…su Perdón…y su Presencia!!!
Me pregunto si podré irme de aquí sin volver la vista, sin llorar la despedida. Si podré, al fin, ó si quedaré compartiendo Este Amor con este prójimo que clama y tiene hambre de vida, de amistad y de cariño…
¿Y como haré para despedirme?
¿Tendré el coraje de decirles algo?-“hasta siempre, chau, Dios te guarde?”-
Si, un día me dirán las autoridades: -“Esta en libertad”-
Y comenzaré a repartir mis pocas pertenencias entre aquellos que quedarán, y tal vez sólo me vaya con mi Biblia, mi vieja Biblia compañera, Palabra Bendita que llenó mis soledades y condimentó el sinsabor del encierro con un tibio gusto a cielo… Si, me iré con mi Biblia, si es que nadie me la pide; si es que al marcharme no me inclino en una última ventanilla y le digo a quién está dentro:-Toma, léela, Dios quiere liberarte, El Señor te ama, y aunque a veces tu dolor te ciegue un poco los ojos, y esa rebeldía que se agita en tu pecho te lastime el alma, pensá en Jesús.
El está aquí; El está en este pabellón, camina por estos pasillos, entra en cada celda, y hasta se viste con nuestra propia miseria, se hace uno con nosotros, comparte nuestras penas, El nos quiere liberar…Quiere romper las cadenas…Ofrécele tu corazón… deja que abra esas rejas. Hablá con El esta noche… poné en sus manos tu pena y mañana amanecerás con una esperanza fresca, con Paz en tu corazón; con ansias de vida nueva,
y comenzarás a ser luz para otro que este en tinieblas…
Solo podré irme de aquí, hermano prisionero, para servirte mejor desde un horizonte nuevo. Para trabajar más arduamente, por vos y tus compañeros.
Solo me iré para servir a este Cristo que ha cambiado nuestras vidas, andando por los caminos, diseminando semillas, pregonando las verdades que este mundo necesita.
Solo me iré de aquí para darte más de mi vida!!!
El día de mi libertad ha de ser un poco triste…
Dame  tus fuerzas, Señor, y hazlo tardar, si es posible, no ves que hoy estoy llorando porque al fin tendré que irme?
Dame tus fuerzas, Señor…
                               Ayúdame a despedirme!                
             

Carlos Raúl Seewald – Junín (Bs.As)

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